El "spumante"

El célebre vino nacido en la italiana región de Asti hizo de la suavidad y el aroma un inconfundible sello de identidad.

 El Viajero sabe que el delicioso y legendario Asti Spumante, una de las bebidas más famosas del mundo, decidió renunciar al confuso vocablo "espumante" por la manipulación que se ha hecho de él. La aparición de imitadores del champán y la introducción de dudosos espumantes decidió a los productores de estos vinos con sello de origen a llamarse simplemente "Asti". Como sabe El Viajero, el Asti es un vino dulce y de baja graduación en alcohol (por debajo del 8%) que se elabora con uva moscatel y cuyo sutil gasificación es resultado de producción endógena; esto es, no es producido artificialmente como en la mayoría de los champanes. El Viajero recuerda que hace algunas décadas se puso de moda un par de "Asti" criollos impulsados por dos grandes firmas de licores. Los fanáticos de esa imitación, intuye El Viajero, quedarían pasmados ante la delicadeza del Asti italiano. Si bien este vino tiene una prosapia de siglos, recién desde 1993 tiene estatus D.O.C.G. (Denominación de Origen Controlado y Garantizado); por lo tanto, su nombre no puede invocarse en vano.

El Viajero sabe que Asti, una antigua ciudad de la región de Piamonte, en el noroeste de Italia, esgrime su opulencia desde la Edad Media cuando era un centro comercial destacado. Ubicada en la llanura del río Tánaro, los 123 metros sobre el nivel del mar, al parecer, le dan a sus uvas características muy especiales. Si bien elabora tintos de altísimo nivel, la ciudad es conocida por el espumante y el moscato. Ambos, como sabe El Viajero, tienen en común la uva moscatel; sus coloridos racimos y su aroma y sabor lo hacían muy valorado por los romanos. La moscatel rosada se distingue por sus tintes rojizos, generoso sabor y vistosa presencia. La moscatel blanca, en cambio, tiene menos azúcar, por lo tanto, produce menos alcohol. Esta característica, que supo ser su debilidad, los piamonteses la transformaron en una virtud.

Según cuentan, las primeras técnicas de vinificación con la uva moscatel estuvieron a cargo de Giovanni Croce, joyero del duque de Saboya. Su mérito fue idear un sistema de fermentación lenta de manera de conservar el sabor dulce de la uva por el mayor tiempo posible. Esto no era sencillo pues no fue hasta mitad del siglo XIX que se explicó y controló exactamente el proceso de fermentación; y fue un nombre familiar, Carlo Gancia quien, en 1865, utilizó los métodos de fermentación del champán en la producción de vinos del Piamonte.

La particularidad del Asti, y lo que le otorga su singular personalidad, es que antes de que todos los azúcares de la moscatel se conviertan en alcohol, se detiene la fermentación. Esto produce una graduación alcohólica más baja que otros vinos, conserva un buen porcentaje de azúcares y el gas carbónico de esta fermentación lenta le confiere las suaves burbujas, que son su característica.

Ante una botella de Asti, empero, El Viajero se abstrae de los tecnicismos y se dedica a disfrutar del color casi indescriptible de este néctar, que oscila entre el pajizo y el dorado suave. Cuando se destapa, su fragancia tenue embriaga de placer. En las copas, su espuma es fina y persistente y su aroma, rico e intenso, recuerda flores como los azahares y algo de olor a duraznos. El paladar agradece ese toque de miel silvestre de montaña. Su sabor es dulce, aromático y equilibrado.

Muchos amigos del Asti, lo disfrutan antes de comer. El Viajero Ilustrado lo prefiere después de la comida, sobre todo combinado con postres de horno o de cuchara. El Viajero sabe que no se marida con postres que tengan licor, sabayón o chocolate, puesto que estos sabores, demasiado fuertes, alteran en el paladar el equilibrio del vino. Al contrario de otros vinos, El Viajero sabe que el Asti se bebe joven. Idealmente, en el año de la cosecha. No mucho más, porque envejece: su gas se diluye. En invierno, El Viajero lo disfruta a unos 11 grados centígrados; pero en verano a los 8 o 9 grados, cuando empaña las copas de cristal de boca ancha y pie alto, única forma de no calentar el vino con la mano. Cuando lo bebe, es fresco y grato. En esos momentos, El Viajero se piensa como un privilegiado.

Via: 

terra.es/alimentacion/

www.arecetas.com/


edant.clarin.com

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